Muchas veces me siento en mi cuarto bien cómodo, metido en internet o viendo televisión y me pregunto casi de la nada: ¿El mundo esta lo suficientemente bien como para permitirme que siga yendo en esta dirección?
Esta pregunta se infiltro por primera vez en mi cabeza hace dos años, y resulta que no, no esta bien. Entonces, ¿Qué hacer? Tenía 17 años y me crecieron unas grandes ansias por cambiar el mundo (tan ingenuo que era... creí que sería fácil). Los días que siguieron me puse cada vez más malhumorado, no quería explicarle a mis papas porqué; no porque no creí que me entenderían, sino porque mi comentario hubiese sido: Quiero cambiar el mundo y no puedo.
No fue hasta este año que reventé en una rabia porque mi vida escolar me tenía tensado del cuello. El sistema educativo aquí en Ecuador es basura y no me importó quién lo escuche... Mis grandes planes por cambiar al mundo se habían quedado en ideas, rabias y poemas, hasta ese día.
Un compañero de mi clase, Salvatore, decidió unir su cabeza con la mía, al parecer su caso era idéntico al mio: un hambre por cambio, pero sin poder, motivación o sabiduría para empezarlo. Utilizamos nuestras clases de filosofía en el colegio para debatir sobre el estado y evolución de la humanidad, viendo cómo se deteriora y como podemos revertir este fenómeno. De alguna manera dos de nuestros compañeros se unieron, Marco y Nicole, y ahora somos cuatro soñadores desvendados, con los ojos puestos en las imperfecciones del mundo.
Queremos reunir más gente, planear proyectos en nuestra área para ayudar a los necesitados, esparciendo la pequeña semilla de cambio que esperamos cultivar.
Este es un espacio para los que quieren cambiar, para los que quieren refugiarse del diluvio que atormenta nuestro mundo, para aquellos que se disponen a arder y renacer en una nueva era, la era del Arca del Fénix.
-Sebastián Carcache